Cuando era pequeña, me encantaba ir a la Cabalgata de Reyes con mis primos. Nos juntábamos en casa de las Tías, una especie de hadas madrinas que por entonces vivían cerca de la Puerta de Alcalá. Era una casa antigua, de techos altísimos y arañas brillantes (arañas de las que no asustan, esas lamparas hechas con cristalitos tallados que reflejan la luz y la descomponen en todos los colores del arcoiris). También había un espejo de tres cuerpos (dos de las tías eran modistas), donde jugábamos a meternos y cerrando las dos hojas laterales formábamos un laberinto interminable con nuestras imagenes.
Allí era donde nos juntábamos toda la familia el día de Navidad, en una mesa enorme de madera oscura, "estilo Remordimiento". También nos reuníamos allí el día 31 para tomar las uvas, y por supuesto, el 5 de enero para ver la Cabalgata.
La tarde del día 5, cogíamos una escalera infinita (que hacía juego con los techos) y corríamos en bandada a la Puerta de Alcala a coger sitio. Recuerdo que me ponía muy nerviosa a medida que se acercaba el final, y con ello el momento de ver a los Reyes.
Luego, corriendo a casa a poner los zapatos, a cenar algo rápido y a dormir.
Y a soñar.
A todos los que pasáis por aquí quiero daros las gracias y desearos mucha FELICIDAD, que disfrutéis del AMOR de los que más queréis.
Que nunca dejéis de poner los zapatos la Noche de Reyes.
Que nunca dejéis de pedir, aunque sea, imposibles.
Que nunca dejéis de soñar, aunque sea despiertos.
Para vosotros y vuestras familias,
FELIZ NAVIDAD!!